Bocas secas, ojos vidriosos y cabezas embotadas. La salida de Nueva Condomina, que dispersó a más de 21.000 granas, era de decir poco y sentir mucho. Sentir otro intento fallido de escapar de Segunda B. Sentir que no se dejará de intentarlo. Que al fatalismo se le derrota por tozudez. Que el fútbol es, entre muchas cosas, autoregenerativo. Al equipo que saltó cada valla en una carrera contrarreloj, que remontó por encima de lo imaginable hasta acabar segundo del Grupo IV, no pudo remontar el 2-1 del Mestalla. Se encalló en el 0-0. El gol mínimo exigible se escapó por juego, casi siempre, y por puntería, al final.